Entre el presidente legítimo y el constitucional, no hay a cual irle.
El problema es que, ahora, AMLO está haciendo mucho más sentido que Felipe Calderón. Y eso debería preocuparnos a todos.
Para aquellos que no estén en contexto, ayer AMLO le pidió al presidente Calderón, en uno de sus mitines, que se "serenara" y cambiara su estrategia de seguridad.
Esta no es la primera vez que alguien - quien sea - invita al presidente Calderón a reconsiderar su estrategia. No solo están los intelectuales, como Mario Vargas Llosa y Javier Sicila. La sociedad civil se lo pidió hace poco bajo la consigna "Estamos hasta la madre".
No hay que confundirse; López Obrador está usando el recurso que mejor sabe usar; la demagogia. Él mismo hubiera aplicado la misma estrategia, tal y como lo dieron a conocer los cables de Wikileaks. La ventaja que tiene ahora es que él no es el presidente, él no fue el que cometió el error, y él no es quien tiene que resolverlo. Por eso puede criticar libremente a Felipe Calderón, llamarlo "frustrado".
Lo que es un pena es que AMLO tenga razón, que el presidente estaría mejor escuchando el consejo de su adversario; que el presidente estaría mejor con López Obrador.
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