Este fin de semana, más de uno resultó ganón con la beatificación de Juan Pablo II. Mis opiniones al respecto, me las reservo, después de todo, no soy quien para tratar de convencer al mundo de que vivan una vida de ateísmo y librepensmiento (así, junto)...
Aún así, creo firmemente en la separación Iglesia-Estado, cosa que con los gobiernos panistas a sufrido una regresión importante. Ya ven en Guanajuato, que Juan Manuel Oliva quiere dar educación religiosa en las escuelas públicas; en Jalisco, Etilio González Márquez ni se diga con su malsana relación con el cardenal Juan Sandoval Íñiguez y sus muchas declaraciones que lo dejan ver como realmente es: un fanático religioso intolerante (y borracho, dicen las malas lenguas).
Y, bueno, tanto dijeron de que Peña Nieto iba al Vaticano con su querida Gaviota, y resulta que el que sí fue es nada más y nada menos que el gobernador de Morelos, Marco Adame. Las malas lenguas (las mismas que hablan del gober jaliciense) dicen que Adame tiene vara alta en el Vaticano; tanto así, que asistió a la beatificación de Juan Pablo II, nada más y nada menos que como invitado especial.
Así es, el señor gobernador estaba en el palco de invitados especiales, muy lejos del resto del pópulo. Las malas leguas - que cómo hablan últimamete - también dicen que todo es gracias a otro panista, perdón, católico ejemplar, Luis Felipe Bravo Mena, que fue embajador de México en el Vaticano. Ah, y además, tenemos muy buenas razones para creer que ambos son destacados miembros del Yunque, y que con la influencias de Bravo Mena sus amigos yunquistas lograron asientos de primera fila para la beatificación.
Y todo esto, una semana antes de la marcha de Javier Sicilia de Cuernavaca al DF para exigir seguridad. ¿El gobernador de Morelos habrá ido a pedirle iluminación divina a Juan Pablo?
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